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PRADA

Gabriel Albiac (de Periodista digital)

Nació en 1950 en Utiel, un pueblecito de Valencia, pero se considera un apátrida Es catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, donde es profesor desde 1974 Tiene más de 20 libros publicados Recibió el Premio Nacional de Ensayo en 1988 Durante muchos años fue columnista del diario "El Mundo" También escribió en otros medios como "El País", "Diario 16" y "Egin". Actualmente escribe columnas de opinión en el periódico "La Razón"
¿Cada medio de comunicación es expresión de una parte de la sociedad?

Los medios de comunicación en las sociedades contemporáneas son, indudablemente, grandísimas empresas. En ese sentido cumplen dos tipos de funciones. Por un lado, la función de toda empresa, que es naturalmente la rentabilidad. Después cada aspecto y cada zona dentro de los medios de comunicación puede enfocar rentabilidades muy específicas que están ligadas al poder político. Éste, a fin de cuentas, pasa a configurarse él mismo como un elemento de potenciación del poder económico.

¿Es compatible una información veraz con el negocio?

Esa es una tensión permanente de la prensa desde el siglo XIX. Si lee los pasajes de Baudelaire sobre el desagrado que le produce esa tensión, son casi idénticos sobre los que puede encontrar en cualquiera de los escritores que escriben en prensa en el siglo XX.

Todo medio de comunicación importante (por ejemplo, periódicos como El País, El Mundo, La Razón o ABC), ¿es instrumento siempre de otras actividades como las políticas, económicas, religiosas o empresariales?

Grande o pequeño todo medio de comunicación es representativo.

O sea que sí sería un instrumento de esas otras actividades…

Le digo exactamente lo que le digo: que todo medio de comunicación grande o pequeño es representativo.

La pluralidad de medios, ¿es manifestación de la diversidad social?

Hablar de diversidad social es problemático porque las sociedades contemporáneas son sociedades extremadamente homogéneas, en las que la apariencia de heterogeneidad no va mucho más allá de un barniz de superficie. Yo no tengo televisor desde hace 30 años. Pero cuando estoy en algún hotel hay una cosa que me sorprende extraordinariamente. Me encuentro con un mando a distancia y un televisor enfrente que te permite pasar a través de 30, 40 ó 50 emisoras distintas. Con una mentalidad del siglo XIX, se podría pensar que eso sería la manifestación de una heterogeneidad y una pluralidad inmensa. Lo fascinante para alguien que nunca ve la televisión y de pronto en un hotel se encuentra con ese chisme en la mano es que empieza a cambiar de canal y se encuentra con que todo es lo mismo. Pero todo es lo mismo en términos de una identidad casi matemática. Por eso yo no hablaría de los medios como una expresión de heterogeneidad social. Al contrario, pienso que los medios en las sociedades contemporáneas cumplen la función de una homogeneización de conciencia sin precedente en la historia de la humanidad.

Televisión-espectáculo

¿Cuál es su opinión de nuestra televisión?

Yo no puedo tener una opinión autorizada porque ya le digo que no veo la televisión. La última vez que tuve televisión fue en el año 1972, o sea que han pasado más de 30 años. El medio me horroriza por una razón muy anacrónica: decía Platón que en la imagen no hay nunca verdad y yo soy en ese sentido completamente platónico.

¿Por qué decidió no tener televisión?

Se lo acabo de decir: yo soy de tradición platónica y juzgo que en la imagen no hay verdad.

A pesar de no tener tele, ¿qué opina del Consejo de Sabios designado por el Gobierno para reformar TVE?

No tengo una opinión. Pero me parece un oxímoron un sabio en televisión.

¿Cree que la televisión es el único medio de información para los iletrados?

La televisión no es un medio de información, es un medio de espectáculo.

La libertad de expresión

¿Dónde están los límites de la libertad de expresión, si es que los hay?

En este plano estoy muy ligado a la tradición del siglo XVII y pienso que la libertad no es otra cosa que el conocimiento de los engranajes de la determinación.

Personalmente, ¿goza de libertad total para escribir de lo que quiere en el periódico con el que colabora?

Yo siempre he escrito lo que se me ha antojado, pero no le llamaría a eso una libertad total. Sé perfectamente que las libertades totales solo pueden existir en seres infinitos y yo no lo soy. Soy un ser de libertad finita y por lo tanto sometido a sus propias limitaciones. Pero respecto a la pregunta empírica que usted me hace… El placer de escribir existe en la medida en que puedes ejercerlo desde tus propias limitaciones y desaparece por completo si se ejerce desde limitaciones externas.

¿Y usted no cuenta con esas limitaciones externas?

En absoluto. Entre otras cosas probablemente porque yo juego en unas condiciones muy cómodas, que me permiten poder permitirme el lujo de no depender económicamente de lo que escribo.

“Comunista reaccionario”

En el pasado usted escribió columnas polémicas, que desbordaban por la izquierda y la acracia. Sin embargo el periódico para el que trabaja actualmente, 'La Razón', se caracteriza por una ideología de derechas y por cierto patriotismo. ¿Ha sido esto un cambio tranquilo para usted?

Soy una persona que está, desde el año 1976 en que salí del Partido Comunista de España, completamente al margen de la vida política. La política no me interesa lo más mínimo y juzgo que el primer deber moral del ciudadano es la autodefensa ciudadana frente a la potestad monstruosa y faraónica de lo político en las sociedades contemporáneas. En ese sentido, ni me parece que se pueda entender gran cosa de lo que escribo pensando que está escrito desde posiciones ácratas o izquierdistas, ni por el contrario pensando que está escrito desde posiciones derechistas. Lo que he tratado de hacer siempre, otra cosa es que lo haya hecho bien o mal, es tratar de fijar las determinaciones que rigen el discurso político. La política no me interesa lo más mínimo; la retórica política sí, porque juzgo que es uno de los mecanismos de estupidificación colectiva más eficaces que ha conocido la historia de la especie humana.

Sin embargo estará de acuerdo con que hace años sí se le encasillaba como un pensador de izquierdas.

Sí. Como nadie lee los libros de uno... En mi libro ‘La añoranza del poder’ de 1979 me autodefinía en algún momento como un “comunista reaccionario”, pero como usted puede analizar eso es un descarado y provocante oxímoron. Lo que intentaba decir es que el ámbito discursivo en el que yo trataba de colocarme es precisamente el rechazo de lo político. Por lo demás, en lo referente a la política yo jamás he votado en unas elecciones. El nivel de estupidificación de la política y de los políticos es de tal orden que verdaderamente pensar que uno de estos sujetos pudiera erigirse en mi representante me produce ni siquiera malestar, me da risa.

¿Se refiere estrictamente a la clase política española o esa idea se puede extrapolar más allá de nuestras fronteras?

España es la caricatura, pero es cierto que hay una tendencia a la degradación del nivel de lo político que marca en mi opinión el último tercio del siglo XX. Es espectacular ese giro a partir de la fortísima mediatización e imposición mediática de lo político. El libro de Guy Debord ‘La sociedad del espectáculo’ lo analiza magistralmente. El último tercio del siglo XX en política es un periodo de degradación espectacular. España es la caricatura porque aquí no ha habido esa tradición de gran política que sin embargo sí se ha producido en la Europa de los años 40 o en la Europa de entreguerras.

Política y medios de comunicación

¿A esa degradación de la política habrían contribuido en alguna medida los medios de comunicación?

Es que a partir del final de los 60-principios de los 70, política y media son lo mismo.

Para usted van unidos…

No, no van unidos. Son lo mismo. El caso español es claro. El PSOE no es más que una empresa dentro del holding PRISA.

Aunque se habla de pluralidad de medios, es cierto que cada vez hay una concentración mayor, polarización, usos partidistas…

Lo de aquí es una caricatura. De algún modo desde el momento en que los partidos políticos se convierten en grandes entidades mediáticas requieren de unas financiaciones que son imposibles en términos legales. A partir de ese momento hay efectivamente dos modelos: el modelo Elf en Francia de “nos compramos a todos los partidos” o el modelo PRISA en España, es decir, “nos creamos nuestro propio partido”.

Usted es profesor de filosofía. ¿Qué relaciones hay entre esta disciplina y la comunicación social?

Ninguna.

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