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Misterios

Misterios Fernando Huarte, el dirigente socialista que visitó al menos tres veces en la cárcel al lugarteniente de Lamari, Abdelkrim Benesmail, es desde 1992 un colaborador del CNI cuya especialización es el mundo islámico.

Aunque el propio Centro se negó ayer expresamente a comentar esta noticia, el secretario de Organización, José Blanco, ya lo había dejado entrever en la rueda de prensa que dio para justificar su negativa a aceptar las comparecencias solicitadas por el PP, entre ellas la del propio Huarte.

El que Huarte sea un viejo colaborador de los servicios secretos no sólo no quita un ápice de importancia a sus encuentros con Benesmail, sino que hace todavía más urgente y necesaria su comparecencia ante la Comisión del 11-M.

Conviene recordar, en este sentido, que la noche del 12-M la jueza francesa Laurence Levert dijo al secretario de Organización socialista, José Blanco, que había recibido información a través de los servicios secretos españoles de que los autores del atentado eran islamistas. Es imprescindible por ello que comparezca Huarte ante la Comisión para explicar qué información obtuvo de sus contactos con el número dos de Lamari y sobre todo a quién se la transmitía.

En caso de que el Gobierno ponga alguna cortapisa u objeción a esto, entonces tendría la obligación de encontrar un modo de facilitar a la Comisión toda la información de que disponga al respecto.

Y es que la importancia del dato que hoy desvelamos no se puede infravalorar. Es de capital trascendencia para la investigación del 11-M. Aún mayor que el hallazgo y publicación, también en este periódico, de la cinta de Cancienes. Si aquello puso de relieve lo cerca que habían estado las Fuerzas de Seguridad de la trama asturiana de los explosivos que ya en 2001 estaba buscando «a alguien que supiese montar bombas con móviles», esto significa que también el CNI, a través de Huarte, estaba en contacto con el lugarteniente del jefe del comando del 11-M.

Esto explicaría la alerta lanzada a la desesperada por el CNI días antes de la masacre para detener a Lamari. Y que desde el mismo momento en que se confirmó la hipótesis islamista, dicho Centro señalara a Lamari como jefe del comando. Hay motivos para pensar, pues, que el CNI sabía de antemano que se estaba preparando un atentado.Y lo que es más inquietante, que la vía por la que pudo obtener dicha información privilegiada era una persona directamente vinculada a la cúpula del partido político que tres días después ganaría las elecciones.

La constatación de que personas muy próximas al Partido Socialista estaban controlando a los individuos que terminarían cometiendo el atentado -el jefe de la UCO, Félix Hernando, conocía los pasos de los islamistas y los asturianos gracias a las confidencias de Zouhier; y Huarte podía saber qué hacía Lamari a través de Benesmail- es sumamente alarmante y debe ser investigada en el seno de la Comisión parlamentaria.

En el caso concreto de Huarte, estamos ante un episodio que afecta tanto al fondo del asunto, que es qué pasó el 11-M -quién ideó, organizó y llevó a cabo el atentado-, como a lo que más específicamente analiza dicha Comision, que es cómo funcionaron los servicios de seguridad e inteligencia españoles a la hora de impedir la masacre. No valen pues más excusas ni pretextos. Ni el Gobierno ni los socialistas pueden permitirse ya dar carpetazo a la Comisión. Sería interpretado como un intento de tapar los vínculos del PSOE con el 11-M.

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